Hoy en día, todavía existen pequeños núcleos de población o residencias individuales que apuestan por los tanques Imhoff para el tratamiento de sus aguas residuales. Sin embargo, este es un sistema en desuso, ya que ofrece rendimientos de depuración muy reducidos, y cuyo proceso de tratamiento es muy similar al de las fosas sépticas.
De hecho, la única diferencia existente entre ambos métodos reside en que los tanques Imhoff disponen de dos pisos, uno superior, denominado zona de sedimentación, en donde se produce la decantación de los sólidos; y otro inferior, llamado zona de digestión, en donde tiene lugar la digestión de los sólidos decantados.
Ambas zonas está separadas físicamente por una estructura abierta en el fondo y que impide que los gases pasen de la zona de digestión a la de sedimentación, evitando, de este modo, que afecten a la decantación de los sólidos.
¿Cómo funcionan?
El material sedimentable va depositándose en el fondo del sedimentador desde donde pasa, a través de su abertura inferior, hacia el digestor anaeróbico, donde se produce su estabilización o mineralización.
Una vez mineralizados, los lodos se disponen en lechos de secado hasta alcanzar una humedad manejable que permita su aprovechamiento o disposición final.
Las aguas resultantes son devueltas al sistema de tratamiento o, en su defecto, introducidas en el subsuelo, evaporadas o tratadas en pequeñas lagunas de estabilización.
Los tanques Imhoff, conocidos también como tanques de doble cámara, son unidades de tratamiento primario, lo que significa que se utilizan como etapa previa a otros sistemas de depuración, es decir, debe complementarse con un tratamiento secundario de tipo convencional.
Quienes a pesar de sus carencias siguen apostando por este sistema, consideran que ofrece algunas ventajas para la depuración de las aguas negras de comunidades inferiores a 500 habitantes, que disponen de sistema de alcantarillado.
Así, sus defensores destacan como sus principales puntos fuertes sus bajos costes de instalación y mantenimiento –solo es necesaria una limpieza periódica de los fangos, ya que carecen de elementos electromecánicos en los que puedan producirse averías -; su nulo impacto visual -se instalan bajo tierra- y consumo energético o que no precisan de grandes superficies de terreno para su instalación.
Sin embargo, una de sus principales desventajas está en los malos olores que pueden generar aun funcionando y manteniéndose de forma correcta. Por este motivo, es habitual que se instalen alejados de la población a la que van a dar servicio.
A la hora de valorar si este método es el más adecuado para depurar las aguas residuales domésticas de alguna pequeña colectividad, es importante tener en cuenta también la ubicación. Son estructuras que deben colocarse a más de 6 metros de profundidad, por lo que es fundamental tomar ciertas precauciones como evitar las localizaciones con acuíferos -donde el tanque pueda desplazarse o flotar cuando esté vacío- y las zonas donde el suelo sea fluido o rocoso, para prevenir posibles vertidos.
Además, los tanques Imhoff tampoco responden bien a las sobrecargas hidráulicas, lo que supone un problema añadido para aquellos lugares que sufren con frecuencia cambios de caudal y carga.
Su mantenimiento suele ser engorroso y presentan un riesgo elevado de producción de espumas en el vertido.
Tabla comparativa