Marzo conciencia con la conmemoración del Día Mundial del Agua la importancia de este recurso natural, pero Alberto Guijarro, especialista en agua y saneamiento de ONGAWA, y sus compañeros, tienen doble motivo de celebración. Este año es el 25 aniversario de su asociación, un cuarto de siglo dedicándose «a construir una sociedad más justa y solidaria», a través de la puesta en marcha de proyectos vinculados a diversas áreas: agua y saneamiento; TICs, energía y medio ambiente, agricultura y alimentación, ciudadanía… 25 años manteniendo el «espíritu de compromiso» con quienes más lo necesitan. Nos lo cuenta en esta entrevista.
¿Por qué #ElAguaImporta?
Por algo muy sencillo, que por ser tan obvio en ocasiones parece que lo olvidamos: el agua es imprescindible para la vida de las personas y los ecosistemas. #SinAguaNoHayNada
Aunque cuando no la gestionamos adecuadamente, cuando no ponemos los recursos y las medidas necesarias para que todo el mundo tenga un acceso adecuado y sostenible al agua, parece como si estuviéramos diciendo que el agua no importa.
Conmemoramos el Día Mundial del Agua, pero aún hay más de 663 millones de personas sin acceso al agua. ¿Seguimos haciéndolo mal?
En primer lugar hay que tener en cuenta que estos millones de personas sin acceso al agua son personas que viven en países en desarrollo y que requieren soluciones adaptadas a su contexto social, económico, ambiental, institucional o tecnológico.
En ocasiones sí se hacen cosas mal, como cuando se realizan proyectos que se centran en el desarrollo de infraestructuras y su éxito se mide sólo en función de los “kilómetros de tubería instalada”, sin prestar atención a la adopción de medidas que aseguren un mantenimiento de los equipos e infraestructuras, a generar capacidades en las instituciones que deben encargarse de gestionar los servicios de abastecimiento o a asegurar la asequibilidad económica a las personas más pobres.
Pero en ONGAWA creemos que el problema central no es que se hagan cosas mal (que hay que corregirlas), sino que no se hace lo suficiente para conseguir que todos esos millones de personas accedan a un agua potable de forma segura, asequible y sostenible. Conocemos las soluciones, pero faltan los medios, los compromisos y recursos para hacerlas realidad.
¿Cuáles son los retos más inmediatos a los que hacer frente en materia hídrica?
Los retos a nivel global se establecieron en septiembre del año pasado a través de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) aprobados por la Asamblea de Naciones Unidas, una de cuyas metas pretende “para 2030, lograr el acceso universal y equitativo al agua potable, a un precio asequible para todos”.
Tenemos 15 años para conseguirlo, pero seguir como hasta ahora no será efectivo, ya que queda lo más complicado, incluso lo más costoso: conseguir el acceso al agua para las personas con menores ingresos, las que viven en los lugares menos accesibles, como las zonas rurales, y en ámbitos con instituciones frágiles y con pocas capacidades y recursos.
Para conseguir esta meta hace falta un cambio de rumbo: más compromisos políticos que conlleven más recursos económicos, a la vez que promover intervenciones más sostenibles y que no olviden a las personas de menores ingresos, y un enfoque de trabajo basado en el derecho humano al agua, que implica el impulso de un acceso al agua seguro, sostenible, asequible, de calidad, sin discriminación y con participación ciudadana y rendición de cuentas de las instituciones que gestionan los servicios.
Hace falta contar con indicadores específicos a las metas de los ODS (estarán disponibles al final de este mes de marzo), y con políticas y planes coherentes respaldados por presupuestos realistas. Y para ello es necesario un compromiso de toda la comunidad internacional, empezando por los países desarrollados, aportando recursos y fortaleciendo capacidades.
Y existen otros retos específicos, por ejemplo, relacionados con cómo abordar el acceso en el ámbito rural, cómo garantizar la asequibilidad a las personas de bajos ingresos o la participación de las mujeres en la toma de decisiones.
¿Cuáles han sido los últimos avances en innovación y tecnología para avanzar en este sentido?
Existen avances que pretenden incorporar o adaptar tecnologías a la situación en los países en desarrollo, como el aprovechamiento de las Tecnologías de la Información y la Comunicación o de la energía solar para el bombeo, entre otros casos.
Pero siempre hay que tener en cuenta que la tecnología debe adaptarse a los contextos de vulnerabilidad en donde se llevan a cabo las actuaciones.
La aplicación tecnológica es clave, pero el cambio social también ¿No?
La tecnología nunca puede considerarse un fin en sí mismo, ni se debe pensar que una solución tecnológica que es válida en un contexto puede ser replicable en cualquier otro.
Muchos proyectos de acceso al agua en países en desarrollo han fracasado porque no se han contemplado aspectos no tecnológicos, cambios sociales que son necesarios como el fortalecimiento de capacidades locales, la participación de la población desde la etapa inicial del diseño del proyecto o la promoción de prácticas higiénicas.
ONGAWA nace hace 25 años como asociación de universitarios y profesores ¿Cómo valoráis vuestra evolución?
Es cierto, surgimos de un grupo de universitarios de ingeniería que tenían una aspiración: poner la tecnología al servicio del desarrollo humano para construir una sociedad global más justa y solidaria.
A lo largo de estos 25 años nos hemos ido incorporando a la asociación mucha gente que pensamos que la tecnología debe dirigirse a mejorar las condiciones de vida de las personas, hasta ser en la actualidad más de 1.200 socios, unos 350 voluntarios y más de 70 trabajadores, y todos juntos impulsamos proyectos que han contribuido a mejorar la dignidad y el desarrollo de cientos de miles de personas en África y América Latina.
Contamos con la calificación de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, y hemos recibido premios y financiación de diversas instituciones internacionales, que suponen un reconocimiento a nuestros resultados y nuestro compromiso con los más pobres.
Para mí, uno de los valores principales de nuestra organización es que hemos evolucionado sin perder nuestro espíritu de compromiso con los más pobres y de lucha contra la pobreza, desde el rigor, la eficacia y la generación de un espacio de encuentro de personas y organizaciones que suman sus energías en un proyecto de cambio social basado en los derechos humanos.